sábado, 26 de julio de 2014

Negociando con certeza



Constituye todo un clásico la frase de Roger Fisher y William Ury: “negociamos todo el tiempo, aún sin darnos cuenta”.
Esta frase se ha convertido en un clásico precisamente porque toda nuestra vida de relación, con la familia, en nuestra empresa, con nuestros amigos y por supuesto con quienes no los son, está marcada por conflictos.
Algunos conflictos son tan pequeños –o tan repetitivos- que ya no los registramos como tales. Otros, por sus dimensiones y trascendencia, nos hacen plenamente conscientes de que existen voluntades en pugna.
Sin embargo, para muchos autores, pareciera que lo nuevo en la Resolución de Conflictos es que es imposible negociar con certeza.
Según ellos, y en el estado actual de la ciencia, parecería imposible afirmar: negocio con un “Conocimiento seguro y claro de algo”, tal como define la Real Academia el concepto de certeza.
O también, como dice la misma Academia para la segunda acepción de la palabra: negocio con “Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”.
¿Qué ha sucedido con la ciencia? ¿Verdaderamente ya no existe certeza de nada; todo es relativo?
Pues no, lo que sucede es que algunas personas provenientes de otras disciplinas  han “emigrado” a la metafísica. Incursionan en la filosofía, en  la ontología, cual cazadores furtivos, observando la realidad desde una perspectiva absolutamente relativista[i] .
De esta forma, ellos han dictaminado que: “El juicio que realiza una persona no puede ser verdadero pues lo realiza desde su subjetividad”. Es decir, que la realidad se construye desde el relato que cada uno va realizando. Entonces allí, no caben las certezas, no hay lugar para ellas.
Por supuesto que esta teoría descalifica de un plumazo la posibilidad del conocimiento científico, y de paso, ya que la negociación es un transdisciplina, la misma queda reducida a un arte sin otro argumento que el meramente emocional, perceptivo y comunicacional, descartando la certidumbre y la racionalidad.
Para aquellos que negociamos sin cesar en nuestras vidas, se crea una paralización por incertidumbre: si las dos (o varias) partes tienen razón al mismo tiempo; ¿cómo negocio? No puedo apelar a ningún discurso razonable. Todos estamos en las mismas condiciones y negociará mejor quien sepa convencer mejor al otro, aquel que comunique mejor, que maneje mejor lo que hoy llamamos inteligencia emocional o directamente el que resulte más vivo. Se acabó el profesionalismo en la negociación.
En muchos casos se llega a confundir negociación (que siempre supone un intercambio de prestaciones o cosas), con la persuasión, actividad válida para resolver conflictos pero que se basa en otras premisas.
Los mismos autores mencionados al comienzo, contemporáneamente al “negociamos todo el tiempo…” también escribieron una frase que no es tan popular como la primera, pero no por ello menos cierta: “Es imposible negociar sin un mínimo de racionalidad”.
La racionalidad va de la mano de las certezas, y es por ello que este es el tema central de este pequeño artículo que pretende obrar como un antígeno de las teorías relativistas en boga.
Necesitamos una condición condición mínima suficiente de racionalidad que haga que la negociación transcurra simultáneamente en dos ámbitos: un Dominio Relacional y otro Dominio Racional.
Nos hemos acostumbrado a vivir en un entorno en donde todo funciona de manera bastante poco racional. Pareciera que esto es lo “normal”. Pues bien, al menos en nuestras negociaciones, ha sonado la hora de reivindicar las certezas y la racionalidad.
Como ya resulta obvio, la finalidad de estas líneas consiste en alertar sobre un problema en la Resolución de Conflictos. Si bien se podría refutar uno por uno los argumentos de pensadores como Maturana, Flores y tantos otros que están por el relativismo del conocimiento, debería hacerse en otro ámbito y con otro propósito[ii]. Por eso les propongo, lectores, que sumemos tres claves prácticas para generar certeza y racionalidad a nuestra negociación.
Primera Clave: La posibilidad de medir la realidad
Si como dueño o gerente de una unidad productiva debo negociar con un proveedor importante, con quien aplico la modalidad just in time, siendo aliados estratégicos, las piezas proveídas seguramente se deberán ajustar a un standard. Dicho standard puede medirse en micrones, en resistencia, composición de una aleación, pero siempre es susceptible de ser medido.
Supongamos que el proveedor en cuestión esté sufriendo los efectos de una huelga salvaje en su propia planta y que corro el riesgo de quedarme sin stock. Quizás deba negociar transitoriamente el aceptar alguna cantidad del producto  por desvío del standard. Más este desvío también puede ser medido en términos estadísticos. Por ejemplo, no aceptaré más de un 7% de la mercadería que entre por esa categoría.
Por supuesto que existen actividades donde se hace más sencillo medir la realidad, simplemente porque dicha realidad es material.
Sin embargo, cada vez más la ciencia y la tecnología hace posible medir y mensurar fenómenos que antes se consideraban como fuera de la esfera de lo cuantificable. ¿Qué es si no en términos de avalancha el big data? ¿No es acaso la demostración palmaria que estamos accediendo a medir cosas que antes no podíamos?
No se agota aquí, en términos sumarios la posibilidad de medir la realidad: también, en aquellos casos que convenga, la misma se mide por resultados.
Es por ello que la primera clave para negociar con certezas la constituye la medición de la realidad. La relatividad aquí no se suprime, sino que es relegada al Dominio correspondiente. Toda negociación debe ser mirada como un proceso durante el cual los negociadores profesionales trasladan la conversación de lo subjetivo a lo objetivo, de lo emocional y relacional a lo racional.
Segunda Clave: la utilización de criterios objetivos.
Si somos capaces de medir la realidad, debemos -durante la negociación- acordar la utilización de criterios que faciliten la resolución del conflicto. Esto en sí mismo puede ser una pequeña negociación, ardua o fácilmente consentida, dentro del proceso de solución de conflictos que estamos llevando a cabo.
Recuérdese que los criterios objetivos en una negociación funcionan como tales cuando son acordados por todas las partes como una de las reglas del juego; y que dichos criterios deben resultar independientes de la voluntad de cualquier jugador del conflicto.
¡Cuántas veces ambas partes están pensando en términos de una moneda dura cuando negocian! Cuántas veces se hace referencia al mercado, o bien a estilos de transacciones. Un ejemplo perfecto de ello son los fondos que se negocian overnight entre entidades financieras, ajustados a una pauta a veces no escrita, pero siempre cumplida.
Tercera clave: llevar la racionalidad al lenguaje.
La educación antigua tendía a ejercitar la mente en el razonamiento. De allí que era natural estimular el estudio de las matemáticas (sin calculadoras) y de la Lógica.
Desde luego que con estas palabras no estoy proponiendo una vuelta a un estudio integral de la lógica para quienes estamos viviendo y negociando el día a día. Pero es bueno que sepamos que existe una parte de la lógica que estudia la verdad o falsedad de los razonamientos de acuerdo a la forma, independientemente de la verdad o falsedad de los juicios.
Es por ello que en este apartado no se está tratando acerca de la posibilidad de acceder a la verdad y si todo es relativo o hay verdades absolutas. Lo que estoy tratando de decir es que existen razonamientos falsos por su forma, fácilmente detectables por cualquiera y que deberían ser refutados durante el proceso de comunicación en el cual se apoya toda negociación.
Estos razonamientos son las llamadas falacias[iii]. Una falacia es un razonamiento no válido o incorrecto pero con apariencia de razonamiento correcto. Es un razonamiento engañoso o erróneo (falaz), pero que pretende ser convincente o persuasivo.
Todas las falacias son razonamientos que vulneran alguna regla lógica. Así, por ejemplo, se argumenta de una manera falaz cuando en vez de presentar razones adecuadas en contra de la posición que defiende una persona, se la ataca y desacredita: se va contra la persona sin rebatir lo que dice o afirma.
Así como el descripto anteriormente, otra falacia muy utilizada es aquella que apela a la autoridad. En el ejemplo citado respecto de las piezas que entran en producción por desvío y no por su correspondiente standard, el argumento que podría usar el proveedor sería algo como: “Fulano (que es una empresa muy conocida en otro rubro) me acepta un desvío del 25%”.
A modo de conclusión
Hace poco el reconocido neurólogo Dr. Facundo Manes, en una Master Class que tuvo lugar en la embajada del Reino Unido, hablaba de cómo las emociones ayudan a fijar los recuerdos en la memoria. Esta es una muestra de la contribución que el estudio de las mismas, así como de los fenómenos perceptivos y comunicacionales, enriquecen nuestro marco de referencia conceptual.
Sin embargo, existe una distancia enorme entre este enriquecimiento intelectual al empobrecimiento que se produce en nuestras negociaciones causado por la creencia que todo se reduce a la subjetividad, a que todo es relativo. Vayan mis votos para que todos nosotros tomemos decisiones crecientemente racionales. Sin lugar a dudas, nos beneficiaremos, pero también estaremos contribuyendo a una mejora social perceptible a mediano plazo.


[i] Al respecto, véase autores como: Fernando Flores Labra, Rafael Echeverría, John Austin, Humberto Maturana.
[ii] Para un estudio sistemático de esta cuestión, véase “El Coaching Ontológico y sus relaciones con la Negociación Contemporánea, online actualmente http://goo.gl/h811Ny
[iii] Para una revisión de las principales falacias, véase el artículo online: http://www.xtec.cat/~lvallmaj/preso/fal-log2.htm


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